miércoles, 6 de abril de 2011

¡Viva la Vida! ¡Viva el Mundo!

Población huida y guerrilleros de Azagala en "Cumbres de Extremadura" de José Herrera Petere

Por tierras de Extremadura
cruza el guerrillero el frente,
noche de lluvia o de luna,
bomba al cinto y pulso fuerte.
Guerrillero, guerrillero
vite, vite y no me acuerdo
si fue en la primera línea
o diez líneas más adentro…
Zambombazo, zambombazo,
a la eme un cuartel del Tercio;
se preguntan los fascistas
¿Traerá petardos el viento?
Guerrillero, hijo del pueblo,
Extremadura te llama,
ven por las cosechas a los Barros
y por ganado al Guadiana.
Dinamita al tren
le voy a poner,
debajo del puente
donde yo me sé.

José Herrera Petere


El 17 de agosto de 1936 fue ocupada la villa de Alburquerque por las fuerzas de los militares sublevados en el norte de África. Ese mismo día cayó también San Vicente y en días sucesivos lo hicieron el resto de los pueblos del entorno. Así emprendían la “era de paz y concordia”, invitando a los obreros a deponer su actitud hostil hacía los patronos, puesto que capital y trabajo tenían que estar armonizados. La armonía de la que hablaban era la del silencio. Como no tardarían en demostrar.

Durante seis largos meses de guerra, centenares de personas permanecieron refugiadas en la Sierras del entorno. Los Santiagos, Sierra de los Bueyes, Alpotreque, Sierra Magdalena, Atalaya, Sierra Traviesa. Lo que en un principio fue una huida necesaria para salvar la vida de la represión desatada por los militares sublevados, se convirtió con el paso de las semanas en una experiencia de resistencia armada que tuvo importantes repercusiones mediáticas y propagandísticas en el campo republicano y obligó a los militares rebeldes a empeñar importantes fuerzas en su extinción. Entre finales de enero y principio de febrero de 1937, buena parte de los hombres, mujeres y niños refugiados en la sierra cruzan a territorio republicano en diferentes grupos. En ocasiones obligados a repeler los ataques de sus perseguidores. Los guías de estos grupos son miembros de los Servicios de Operaciones Especiales del Ejercito Popular, conocidos durante los primeros meses de la guerra como “Los Invisibles”.

 La resistencia popular al fascismo crea en “Cumbres de Extremadura” sus propios mitos. Mitos relacionados con la humildad de un pueblo que tras generaciones de miserias e injusticias, había dicho “Basta”. Junto a esta novela, la experiencia de Azagala-Alpotreque cuenta además con un notable reportaje de guerra de Lázaro titulado “Guerrilleros de Extremadura”, publicado como libro en Barcelona por Ediciones Españolas y en formato por entregas en la revista Estampa y en los cuadernos de Comisariato General de Guerra. Estás versiones folletinescas tenían por su extensión, la utilidad de poder ser radiadas, lo que efectivamente sucedió en Radio Frente de Extremadura durante el mes de noviembre de 1937.

Cumbres de Extremadura, fue publicada por primera vez en por la Editorial Nuestro Pueblo en el Madrid cercado de 1938. Es una novela dura, que trata a la guerra con el desprecio que merece y nos representa a los héroes de la resistencia popular tal y como sin duda eran. Gente sencilla arrastrada a la violencia por la miseria y las armas de una oligarquía social, política y religiosa, incapaz de comprender que había llegado la hora de salir del oscurantismo y la esclavitud. Personajes humildes, contradictorios, obligados a la incultura, a veces tan brutales como el mundo en el que les ha tocado vivir. Pero dejemos que hable el propio autor:

“Veremos a zapateritos, a tenderos, a mancebos de botica, a guardianes de cerdos disparando morteros dorados y ametralladoras negras, con los ojos fijos y los dientes apretados.

Esto es lo que no han visto ni verán nunca los pezuños militares que se sublevaron; porque no tienen ni han tenido ojos en la cara; porque tienen en vez de pecho y vientre un bombo lleno de gases venenosos, y en vez de pies dos patas de burro mal disimuladas por los leguis”

 Herrera Petere llega a Castuera en el verano de 1937. Había nacido en Guadalajara en 1909, estudiado derecho y Filosofía en Madrid, comenzando su trabajo literario con el advenimiento de la República. Al comenzar la guerra era militante del PCE. Acompaña al frente de Extremadura al dirigente del 5º Regimiento, Vittorio Vidali alias Comandante Carlos. En tierras pacenses se encontró con Miguel Hernández, con el que compartirá una columna en el periódico “Frente Extremeño”. En Castuera Herrera Petere conocerá a los protagonistas de la historia que después su pluma trasladará a la novela. Y es que buena parte de los personajes con más peso en su obra son seudónimos de guerrilleros reales, miembros en 1938 de la 3ª Compañía, 165 brigada de la 49 división del XIV cuerpo de ejercito guerrillero.

 El relato comienza con Bohemundo “El Trimotor”, campesino del pueblo cacereño de Torviscoso escapando con moros, falangistas, requetés y guardia civiles pegados a su sombra. Su huida es desesperada, puro instinto de supervivencia, hasta que avanzados varios capítulos y múltiples desventuras da con un grupo de guerrilleros republicanos infiltrados en terreno ocupado por las tropas de los militares facciosos.

 Desde este momento, el relato Petere comienza a darnos referencias sobre los guerrilleros de Extremadura. Bohemundo se integra en el “Batallón de Servicios Especiales, en el que había muchos extremeños corajudos, dirigidos por un capitán voluntario mexicano y un comisario político de Villanueva de la Serena”.

 Sabemos que el capitán mexicano era el comandante Miguel Julio Justo, alias de guerra del dirigente comunista mexicano David Serrano Andonegui. Desde los primeros meses de la guerra fue responsable de los servicios de operaciones especiales en el sector de Castuera junto al alcalde comunista del pueblo cacereño de Cadalso, Máximo Calvo.

La conexión mexicana entre Andonegui y Vidali resulta esclarecedora. A través de ella Petere entrará en contacto directo con los guerrilleros que más tarde inmortalizará en su obra. “Pringazorra”, Cartón”, “Trimotor”, “Aguililla”, “Pasos Suaves”. Petere nos los describe así:

 “Una gran habitación del cuartel, amueblada con pupitres de escuela, se llenó de hombretones de veinticinco a cuarenta años, la mayoría de ellos fuertes, valientes, duros como el roble, pícaros como el zorro y con experiencia de la vida, resistentes, dispuestos a todo… aunque analfabetos la mayoría”.

 El periodista republicano “Chardi”, en un reportaje para “Tchapaief”, órgano del XIV cuerpo de ejercito ha visitado unos meses más tarde el cuartel de la brigada en Castuera. El comandante Miguel abre al periodista la biblioteca y el maestro-miliciano de la cultura se muestra optimista con el trabajo realizado para la abolición del analfabetismo. Los guerrilleros han construido un refugio de aviación en su tiempo libre y en la enfermería, tanto el acondicionamiento del local como el material sanitario han sido aportados sin ayuda oficial por los combatientes.

Esos son los trabajadores del campo que han pasado a ser soldados del Ejercito Popular.

 Petere tras presentar a los personajes nos informa de la situación extremeña durante los primeros meses de la ocupación fascista:

 “Los caciques de Badajoz y Cáceres hinchaban el estómago, hasta reventar todos los botones del chaleco. Pero a las sierras nadie se atrevía a acercarse. Las sierras de Monsalú, Alpotreque, San Pedro, Santiago, Montanchéz, etc., estaban embrujadas por el demonio. Los tricornios las temían más que al Toro Pajarito; y los alemanes no entendían nada. De pozos, de desvanes, de zafras y tinajas, de jarales y de cuevas salían voces pidiendo auxilio y venganza”

Llegados a este punto, Petere nos muestra un San Vicente de Alcántara que se parece muy poco al pueblo dinámico, republicano y con una incipiente clase obrera organizada que era en aquella época. Petere refleja las vicisitudes de un pueblo mucho más chico, apegado a las labores del campo, como generalidad que le sirve para definir la situación en el campo extremeño durante aquellos tiempos que pasaron de la esperanza a la oscuridad.

En su relato surgen también fugitivos llegados a Castuera desde Villar del Rey y mención a la situación en Alburquerque:

 “Muchos vecinos de Alburquerque ya se habían marchado; las mujeres, llorando; los hombres, silenciosamente torvos. Pronto llegarían los moros a San Vicente”.

 Y llegan:

 “El pueblo quedó reducido a su décima parte. La mayoría de los vecinos habían huido. Se metieron, como un rebaño de jabalíes salvajes, por entre los vericuetos de la Tocina”.

Petere nos habla también de las reacciones en territorio republicano a los discursos beodos y violentos del general Queipo desde Sevilla y del decreto contra los guerrilleros que resistían en territorio conquistado por las fuerzas africanas:

“Serán declaradas zonas de guerra para todos los efectos las que rodean a las sierras de Aracena, Aroche, Los Santos de Maimona, Monsalú, Alpotreque, Santiago, San Pedro y Montanchez, en una extensión de diez kilómetros a la redonda.

Todo individuo que sea encontrado en estas zonas, que no pueda explicar debidamente su presencia allí, será condenado a muerte.

Asimismo serán condenados a muerte todos aquellos individuos a los que se pruebe que directa o indirectamente, auxilian a los rojos refugiados en estas sierras, con víveres, ropa, armas, material sanitario o noticias, datos, etc, etc”. 

 Junto a la concentración de huidos de Azagala, hay que resaltar la experiencia paralela en la sierra de Monsalúd. Petere nos relata la salida del grupo que durante meses resistió en la zona: 

“Yo lucho por mis hermanos, por la igualdad, por la fraternidad. Yo no lucho por una burguesía: lucho por la unidad. Por eso he venido, mandando un ejercito de trescientos hombres, desde la sierra de Monsalú, cerca de la raya de Portugal, hasta Castuera… campesinos de Bancarrota, de Salvaleón y muchos huidos de Badajoz”

 Poco después los protagonistas de la novela se enteran por un contacto de la situación en Azagala-Alpotreque:

 “Vengo a deciros lo que sé: un contrabandista, amigo mío, me acaba de decir que en la sierra de Alpotreque hay más de doscientos vecinos refugiados de San Vicente de Alcántara y que esta mañana se oyó mucho tiroteo, y que varios aviones los estuvieron bombardeando el otro día.

Todos quedaron pensativos.
-¿Y donde está la sierra de Alpotreque?
-Cerca de Carmonita –dijo el Trimotor.
-Si –afirmó Braulio-; está más allá que la de Montanchez, por la de San Pedro. Más hacia la raya de Portugal.”

Y nos lleva a la sierra para describirnos la situación:
 “Mientras tanto la sierra Tocina seguía oscura, impenetrable, allá en el horizonte.
Llovía, caía el agua por sus vaguadas y barrancos. Ni una retama se movía, o, mejor dicho, sí, se movía imperceptiblemente.
Debajo de ellas había un pueblo entero, con sus corazones, con sus ojos, con sus oídos, con su espíritu; que comía, que bebía, que tenía fe y coraje y armas”

 Describe también el bombardeo de Azagala:
 “En eso apareció una avioneta por el lado de Portugal. Volaba, rápida y descompasadamente, como podría hacerlo una cabra o una mariposa nocturna. Pero el alcalde Bernardos ya lo había previsto, y en la loma de al lado había colocado ropas y palos y removido la tierra y construido chabolas falsas. Allí descargó alegremente la avioneta portuguesa y se volvió, jugueteando como una loca”.

 Petere habla de las acciones guerrilleras de los refugiados de Alpotreque. Requisa de armas y víveres y la voladura de un tren de mercancías que subía de Portugal con material de guerra.  Un falangista de San Vicente –cuya personalidad acaso recuerde al “Rubio del campanillo”- pregona un perdón en el pueblo al tiempo que organiza un ataque de grandes dimensiones contra la sierra. Este ataque con una bandera del tercio, guardia civil y falangistas termina con una la derrota de los facciosos.

Sin embargo el cerco se cierra cada vez más. La sierra había sido rodeada y declarada zona de guerra. Hay nuevos bombardeos:
 “Ya no era una avioneta portuguesa, sino tres trimotores alemanes, ensordecedores, relucientes y nuevecitos, contra los cuales era imposible luchar…”

 Los guerrilleros de la 165 brigada relatan estos acontecimientos ante el periodista que los visita. Al menos dos de los protagonistas de “Cumbres de Extremadura” son guerrilleros de Azagala. “Cartón” y “Pringazorra”: “Veinte días antes declararon zona de guerra las Sierras de Alpotreque y Los Santiagos, en plena retaguardia. Entonces lanzaron contra nosotros un avión de bombardeo y dos cazas. ¡Infelices! Creían que nos íbamos a rendir. A pesar del terrible bombardeo, no nos hicieron ninguna baja porque, avisados por los campesinos, nos trasladamos a otra sierra”.

 En este punto aparece Bohemundo el Trimotor que guía a los refugiados de la sierra de Alpotreque hasta el puente de Medellín. Durante el camino no pueden evitar el enfrentamiento con las fuerzas fascistas, pero:

 “Soy Bohemundo de Torviscoso, el Trimotor, guerrillero del pueblo. Lucho en el batallón de servicios especiales de Castuera”.

 “Y de esta manera llegó al puente de Medellín. A las tres horas de marcha y a eso de las once de la noche, el terreno por el que iban comenzó a bajar en dirección al Guadiana. Por allí estaban las líneas. Conteniendo la respiración, los guerrilleros avanzaban con toda precaución, diseminados en grupos. Después se metieron entre unos cerros pequeños y apretados. El silencio era absoluto.

Oyeron ruido de agua.
Y al fin, antes de los que pensaban, se toparon con el puente de Medellín sobre el Guadiana…
Cuando atravesaron el puente y entraron en el pueblo, todos se pusieron a gritar y a cantar y a bailar, a dar vivas a España y a la República y a San Vicente de Alcántara y a la sierra Tocina y a la sierra de Alpotreque y a los guerrilleros de Extremadura…y a Bohemundo el Trimotor,…”
 Los refugiados se trasladaron a Castuera:
“A Castuera llegaron los vecinos de San Vicente de Alcántara, en camiones, a media tarde del día siguiente, e inmediatamente se armó un escándalo descomunal.
Todos los guerrilleros parecieron picados por una tarántula alegre, y la alegría se comunicó pronto a todos los vecinos de Castuera, enterados de la prodigiosa aventura y liberación de un pueblo, de una cumbre de Extremadura.
El día se declaró fiesta”.

 Los auténticos guerrilleros nos relatan la salida a territorio republicano de los huidos de Azagala: “De acuerdo con nuestros mandos, pasamos a la zona leal unos 110 hombres, mujeres y niños. Otras veces trajimos otro centenar de evadidos. Como dato curioso, nos trajimos a una muchacha de trece años llamada Natacha, que en tres meses de pelea en la sierra no se quiso separar de nosotros”

La llegada a Castuera de los huidos y guerrilleros de Azagala fue realmente un acontecimiento feliz. Una pequeña victoria de la vida dentro de una realidad gobernada por el “Viva la Muerte” al que se habían empeñado en hacer frente. De entre el material que se ha conservado y que hemos podido localizar, hay testimonios gráficos de un acto político de homenaje a las mujeres refugiadas en el castillo de Azagala. 

Bibliografía

 Herrera Petere, José. Obras Completas. Narrativa I. Edición critica de María Dolores Gimeno Puyol. Ediciones Bornova, Diputación de Guadalajara (2009)
José Herrera Petere. Memoria de una vida. Diputación de Guadalajara (2009)
Archivo Herrera Petere. Diputación de Guadalajara. Sección de Archivos y Biblioteca
Hinojosa Durán, José. Tropas de un frente olvidado. El ejercito republicano en Extremadura durante la guerra civil. Editora Regional de Extremadura (2009)
Lázaro. Guerrilleros de Extremadura. Ediciones Españolas (1937?)
Pons Prades, Eduardo. Guerrillas Españolas 1936-1960. Planeta (1977)
Tchapaief. Órgano del XIV cuerpo de Ejercito.
Historia de una guerrilla. Magda Donato (Carmen Eva Nelken) Diario “El Pueblo Manchego” 4.3.37

 
J.A.C- Colectivo Memoria de Futuro

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