miércoles, 4 de mayo de 2011

El feminismo que no llegó al poder. Paloma Uría Ríos

Trayectoria de un feminismo crítico

 Prologo de la autora.

Esta es la historia del inusitado protagonismo que, a la muerte del dictador, adquirieron las mujeres en nuestro país. Durante casi tres décadas, cientos de mujeres se reunieron, discutieron, se organizaron y actuaron dando lugar a uno de los movimientos sociales más activos e innovadores de la transición democrática. Crearon asambleas unitarias en pueblos y ciudades que se vincularon entre sí por medio de la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español. Su entusiasmo y decisión cambió definitivamente el papel de las mujeres en la sociedad que se estaba configurando, así como la propia conciencia de sí mismas, su subjetividad.

          Y es una historia narrada desde una perspectiva particular, la de un grupo de mujeres, jóvenes hace treinta años, que habían tomado parte activa en la lucha antifranquista desde su militancia en la izquierda radical, en las filas del Movimiento Comunista y de su organización hermana, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria del Archipiélago Canario y que, ante las expectativas que suscitaba la democracia que se había de construir, descubrían todo lo que quedaba por hacer para combatir la subordinación y discriminación de las mujeres y se integraban en un movimiento feminista que habían contribuido a crear a impulsar.

          En este libro no se pretende hacer una descripción exhaustiva y objetiva del movimiento feminista en España, tampoco una recapitulación de todas las reivindicaciones y de las múltiples y variadas actividades y acciones que se emprendieron, ni de los logros y fracasos. Interesa, sobre todo, exponer las polémicas que se han expresado en el movimiento y los puntos de vista que se han mantenido, así como las posiciones que las mujeres vinculadas al MC y al MIRAC han defendido, y no sólo por un interés meramente académico, sino porque los debates que se han dado en el feminismo de finales de siglo han planteado cuestiones de gran interés que nunca se han cerrado totalmente y que vuelven a estar hoy en la base del feminismo sin que sus actuales impulsoras sean conscientes de ello. Esta paradoja se debe a diversos factores. Por una parte, las protagonistas del movimiento feminista de las pasadas décadas han sido predominantemente ágrafas, salvo contadas excepciones, y apenas se han preocupado por publicar sus opiniones, por lo que no han sido capaces de transmitir y hacer llegar sus experiencias a las generaciones más jóvenes. En segundo lugar, si el feminismo tuvo presencia pública en tanto que movimiento social y activista, sus posicionamientos teóricos y sus investigaciones han tardado mucho en entrar en los ámbitos académicos, y cuando lo han hecho, han quedado encerrados en el ámbito de los estudios de la mujer, sin impregnar los debates e investigaciones generales del mundo académico. Y sin embargo, los debates teóricos e ideológicos feministas reproducen los debates más importantes del pensamiento filosófico y político contemporáneo y forman parte de ellos. En realidad, si de pensamiento crítico hablamos, no podemos desdeñar el agudo filo del escalpelo que desde el feminismo se ha aplicado a las principales corrientes del pensamiento occidental desde los inicios de la Ilustración. La mayor parte de las polémicas surgidas en relación con las mujeres abordan explícitamente los fundamentos filosóficos y políticos de nuestra cultura, al menos desde finales del siglo XVIII, y están estrechamente relacionadas con el pensamiento filosófico y político occidental, desde Kant hasta lo que se ha dado en llamar posmodernidad. De hecho, las críticas feministas a la razón ilustrada, al liberalismo, al marxismo han dejado al descubierto muchas de las deficiencias e incapacidades que pensadores posteriores o contemporáneos fueron descubriendo desde otros puntos de vista. No se puede, pues, hablar de pensamiento crítico sin valorar en su justa medida la activa contribución del pensamiento feminista.

          Y en tercer lugar, y quizá por las razones expuestas, las mujeres que hoy forman parte del feminismo que más protagonismo tiene parecen desconocer las experiencias anteriores; hablan y actúan como si los problemas a los que se enfrenta el feminismo y los debates que subyacen fuesen nuevos y nunca se hubiesen planteado y debatido con anterioridad. Y así nos encontramos, a veces, con el descubrimiento de una pólvora que hace tiempo ya se había inventado, y lo que es más grave, con posiciones que parecía que ya habían sido superadas por la experiencia y los debates mantenidos, y también con posiciones conservadoras que nunca habrían sido defendidas por un movimiento progresista como lo fue el nuestro.

          Una advertencia para prevenir posibles críticas. Es esta una visión personal. Se expondrán las polémicas y las diferentes posiciones desde un punto de vista propio. Por lo tanto, puede que en ocasiones el enfoque no sea totalmente objetivo o no refleje con exactitud todas las posiciones con las que se discrepa. Sin embargo, debe quedar claro que la intención no es desvirtuar ni descalificar, sino recoger debates que aún siguen abiertos.

          Antes de entrar en materia hay que hacer algunas precisiones. Es cierto que el movimiento apenas ha publicado libros o se ha expresado en textos de amplia difusión, pero ha sido muy prolífero en octavillas, manifiestos y artículos en revistas de la izquierda organizada, y, sobre todo, se expresó en las sucesivas Jornadas Feministas que a lo largo de los años ha organizado y algunos de cuyos debates aparecen publicados en sus actas. Estos documentos, junto con diversas experiencias y testimonios personales, serán la base de estas reflexiones.

          Otro de los aspectos que conviene destacar es que el movimiento feminista, tanto el español como el europeo o el americano (de las dos Américas), fue un movimiento profundamente progresista y trasgresor. Nació vinculado a los movimientos políticos y contraculturales de finales de los sesenta y de la década de los setenta y participó de la misma visión crítica de aquellos efímeros pero, al mismo tiempo, imperecederos impulsos revolucionarios. Pretendía trastocar el orden conservador establecido, especialmente en lo que se refiere a las relaciones interpersonales (entre hombres y mujeres), a la estructura familiar rígida bajo el predominio masculino y, sobre todo, reivindicaba una nueva concepción de la sexualidad de las mujeres no vinculada a la maternidad y que pusiese en cuestión la norma heterosexual. Ponía su énfasis en la libertad, independencia y autonomía de las mujeres y en su capacidad para tomar en sus manos sus propios destinos.

          Al mismo tiempo, compartía con otros movimientos sociales la crítica al sistema capitalista, al papel controlador o represor del Estado y, sin renunciar a impulsar cambios en el ámbito de lo político y de la legislación, ponía sus esperanzas en la capacidad de movilización y de convicción para impulsar un cambio en las estructuras sociales. Bien es verdad que en un movimiento amplio, como lo fue el feminismo, convivían distintas posiciones, algunas menos radicales, menos trasgresoras o con enfoques diferentes. De estas diferencias surgieron las polémicas más interesantes que se pretenden recoger en este libro.

          El feminismo ha sido, durante años, un movimiento bastante unitario, que respondía a llamamientos que transcendían los ámbitos locales, que era capaz de organizar acciones comunes y de convocar jornadas de debate de ámbito estatal. Esto fue posible gracias a la existencia de la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español que, en un primer momento, agrupó a prácticamente todas las organizaciones locales y que más tarde, cuando el movimiento se disgregó, todavía fue capaz de convocar jornadas ampliamente participadas.

          El nacimiento del movimiento feminista en las postrimerías del franquismo y primeros años de la transición democrática ha sido estudiado por Amparo Moreno en Mujeres en lucha (Moreno, 1977). Su estudio se detiene en el año 1977. Estos inicios tuvieron como punto de partida las Primeras Jornadas Feministas, que se celebraron en Madrid el 6, 7 y 8 de diciembre de 1975, todavía en la clandestinidad, y las Jornadas Catalanas de la Dona, que se celebraron en Barcelona en junio de 1976. En estos primeros años se movían diversas organizaciones de mujeres, algunas promovidas por partidos políticos, como el MDM (Movimiento Democrático de la Mujer), organización impulsada por el PCE para agrupar a mujeres en la lucha contra la dictadura. Algo después se creaba la ADM (Asociación Democrática de la Mujer), impulsada por el PTE (Partido del Trabajo de España) y la Unión para la Liberación de la Mujer (ULM), impulsada por la ORT. Reaparece también Mujeres Libres, organización anarquista. Además se forman numerosas Vocalías de la Mujer de las Asociaciones de Vecinos en barrios y pueblos y tienen lugar las primeras reuniones de mujeres trabajadoras, especialmente de CC OO.

          Con enfoque explícitamente feminista podemos señalar dos líneas de trabajo en aquel incipiente movimiento. El que podemos llamar feminismo radical era contrario a la militancia en partidos políticos mixtos y consideraba que las mujeres constituyen un grupo social homogéneo que debe organizarse autónomamente. Dentro de esta corriente podemos situar al  Seminario Colectivo Feminista en Madrid, del que se escinde al año siguiente el Colectivo Feminista de Madrid; el Colectivo Feminista en Barcelona y varios colectivos feministas que surgen en diversas localidades y que se coordinan entre sí. LA MAR es también una escisión del Colectivo Feminista de Barcelona y uno de los grupos que promovían la práctica de la autoconciencia. Finalmente, el Partido Feminista, fundado por Lidia Falcón después de su expulsión del Colectivo Feminista de Barcelona, en abril de 1977. Algún tiempo después, la feminista Gretel Ammann fundó el Grupo Amazonas de Barcelona, desde el que preconizaba el separatismo lesbiano. Poco a poco van surgiendo otros colectivos vinculados al feminismo de la diferencia.

          Otra línea feminista estaba formada por aquellos grupos de mujeres que vinculaban la lucha feminista a la lucha por el socialismo y que, por tanto, aceptaban la doble militancia. En un principio, dentro de este enfoque, estaba la AUPEM (Asociación Universitaria para el Estudio de los Problemas de la Mujer), que actuaba desde hacía tiempo en varias universidades; ANCHE, creada en Barcelona y que se autodisuelve en 1977, y el Frente de Liberación de la Mujer, fundado en Madrid en enero de 1976. El Movimiento Democrático de Mujeres-Movimiento de Liberación de la Mujer, formalmente separado del PCE, se presenta en Madrid en mayo de 1976. Unos años después, en 1987, se crea el Fórum de Política Feminista con mujeres procedentes del ámbito socialista y de Nueva Izquierda.

          El panorama se anima a partir de las Jornadas Catalanas de la Dona y con los primeros avances de la democracia, sobre todo a partir de 1977. Por una parte se forman coordinadoras o plataformas en Barcelona, Madrid, Valencia y Euskadi, que agrupan a todas las organizaciones de mujeres de sus respectivas localidades. Pero lo más novedoso es el auge inmediato de las organizaciones de mujeres con un enfoque unitario. En prácticamente todas las ciudades importantes, así como en muchos pueblos y barrios, surgen asambleas o asociaciones de mujeres que discuten sus líneas organizativas y sus programas, que se inspiran en la plataforma aprobada en las Jornadas Catalanas de la Dona. También se forman colectivos de lesbianas con una actitud claramente unitaria con el resto de los grupos feministas que impide la escisión del movimiento, tan frecuente en otros países, entre mujeres heterosexuales y lesbianas, y enriquecen al conjunto del movimiento con una visión mucho más amplia de la sexualidad humana. El sistema organizativo de que se dotan las asociaciones se declara asambleario, sin jerarquías ni cargos directivos, y se proclaman autónomas e independientes de los partidos políticos y de las instituciones.

          De este movimiento asambleario surge la idea de coordinarse a nivel de todo el Estado y se crea así, en 1977, la Coordinadora de Organizaciones Feministas del Estado Español, que durante un tiempo se convierte en la protagonista de las principales movilizaciones de mujeres y de la convocatoria de diversas jornadas. Desde la Coordinadora se organizan campañas, como la del aborto, se acuerdan lemas para el Día Internacional de la Mujer, se editan folletos. En sus momentos de mayor actividad, se crean comisiones de trabajo, que se coordinan a su vez. Entre las más activas están las comisiones pro derecho al aborto; la de Madrid, impulsada por Empar Pineda y Justa Montero, publica la revista Hinojo y Perejil. Las comisiones antiagresiones promueven interesantes debates que posteriormente publican. También se reúnen periódicamente los colectivos de lesbianas. La Coordinadora elabora un proyecto de ley de divorcio y un proyecto de ley de aborto, así como un análisis del proyecto de Constitución realizado desde la óptica feminista.

          Además de las campañas, la labor más interesante de la Coordinadora fue la organización de jornadas feministas de ámbito estatal. Se celebraron dos jornadas monográficas y cinco jornadas generales: Jornadas feministas de Granada, en diciembre de 1979; Jornadas por el derecho al aborto en Madrid, diciembre de 1981; Jornadas de sexualidad en Madrid, 1983; Jornadas feministas “Diez años de lucha del movimiento feminista” en Barcelona, 1, 2 y 3 de noviembre de 1985; II Jornadas de lesbianismo en Madrid, 1987; Jornadas feministas “Contra la violencia machista”, en Santiago, 3, 4, 5 y 6 de diciembre de 1988; Jornadas feministas “Juntas y a por todas”, en Madrid, 4, 5 y 6 de diciembre de 1993; Jornadas feministas “Feminismo.es… y será”, en Córdoba, 6, 7, 8 y 9 de diciembre de 2000.
          A las jornadas acuden entre tres mil y cuatro mil mujeres, lo que da una idea de la capacidad de convocatoria de la Coordinadora, se presenta un importante número de ponencias y talleres que están recogidos y publicados y se organizan también actos culturales y recreativos. Podemos afirmar que en las jornadas estatales participa todo el movimiento organizado, incluidas las organizaciones del feminismo radical, como se puede comprobar por las ponencias presentadas y por lo intenso y variado de los debates. Es justo reconocer que ningún movimiento social fue capaz de semejante movilización que, además, se repitió durante al menos dos décadas.

 
Ref. 3236B
Autora: Uria Ríos, Paloma
Idioma: Español
Editorial: Talasa (Madrid)
2009
13,50x21 cm.
262 páginas. Cubiertas en rústica.

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