Para que los horrores no vuelvan a ocurrir conviene recordarlos y
estudiar a fondo su génesis y su desarrollo. Por esta razón,
consideramos necesario publicar esta nueva traducción (hecha por
Alfonso Herrera Salcedo T.) de la Psicología de masas del fascismo de
Wilhelm Reich. Por esta obra, el maestro de La función del orgasmo tuvo
que huir de Austria y Alemania, y refugiarse en Estados Unidos, donde
cayó en manos de McCarthy y sus sicarios. La clase media, la familia
autoritaria, las empresas privadas y sus capataces y el estado
totalitario se entrecruzan en este ensayo (que publicamos en dos
partes) sobre la gestación del huevo de la serpiente. Otras sierpes
andan reptando en estos primeros años del siglo XXI.
El Führer y la estructura de masas
Si,
en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera
al historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania,
percibiría, sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la
prueba de que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la
medida en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la
propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología del
führer". La comprensión limitada de los propagandistas del Nacional
Socialismo acerca de los mecanismos que los habían llevado al éxito
correspondía, en igual medida, a su escaso entendimiento de las bases
históricas del movimiento Nacional Socialista. Esto se observa
claramente en el artículo que se publicó en esas fechas escrito por
Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo, cuyo título era
"Cristianismo y Nacional Socialismo". En él afirmaba: "La razón misma
por la que no se puede atacar al Nacional Socialismo mediante argumentos
es porque se trata de un movimiento elemental; los argumentos tendrían
efectividad sólo si el movimiento hubiese llegado al poder a través de
la argumentación."
De acuerdo con esta peculiaridad, los
discursos que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo
destacaban por su habilidad para influir en las emociones de los
individuos al interior de las masas y evitar, en la medida de los
posible, cualquier argumento relevante. En varios pasajes de su libro
Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas tácticas de la psicología
de masas se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la
atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".
La
apariencia que reviste este último después de la toma del poder, se
aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos de Goëring en
contra de las organizaciones de las clases medias, el desaire a la
"segunda revolución" que esperaban los partisanos, el incumplimiento de
las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron
la función reaccionaria del fascismo. El siguiente comentario nos
muestra cuán poco entendía el mismo Hitler el mecanismo de su éxito:
Esta
amplitud de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en
combinación con un énfasis constante y consistente, permite la
maduración del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro,
contemplaremos los tremendos resultados a los que nos conduce tal
perseverancia -unos resultados que casi están más allá de nuestro
entendimiento.
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