Ref. 9157
Autor: Bollier, David
Idioma: Español
Editorial: Traficantes de Sueños (Madrid)
2016
14x20,50 cm.
191 páginas. Cubiertas en rústica con solapa.
La mayor "tragedia de los comunes" es la falacia de que los comunes
son reliquias y fracasos de otra época que han sido sentenciados como
innecesarios por el Mercado y el Estado. Pensar desde los comunes disipa
tales prejuicios en su explicación de la rica historia y el futuro
prometedor de los comunes, un paradigma de cooperación y equidad que
remedia nuestro mundo. Con una prosa elegante y decenas de historias
apasionantes, David Bollier describe la silenciosa revolución que es
pionera en las prácticas de autogobierno.
La elección es nuestra:
podemos ignorar los comunes y sufrir el constante expolio corporativo
de nuestra riqueza común o bien podemos Pensar desde los comunes y
aprender cómo reconstruir nuestra sociedad y reclamar nuestra herencia
compartida. Esta exhaustiva pero abordable introducción al procomún te
sorprenderá, te aclarará las ideas y te motivará para pasar a la acción.
David
Bollier es un escritor y consultor político, activista internacional,
blogger e investigador independiente. Ha escrito seis libros sobre
temas relacionados con el procomún, incluidos Green Governance
[Gobernanza verde], The Wealth of the Commons [La riqueza de los
comunes] y Viral Spiral [Espiral viral]. Además, es ponente habitual en
conferencias, centros universitarios y seminarios de políticas.
Alburquerque (Badajoz), libro social, 2ª mano, voces críticas...
viernes, 27 de octubre de 2017
lunes, 23 de octubre de 2017
PSICOLOGÍA DE MASAS DEL FASCISMO - Reich, Wilhelm
Para que los horrores no vuelvan a ocurrir conviene recordarlos y
estudiar a fondo su génesis y su desarrollo. Por esta razón,
consideramos necesario publicar esta nueva traducción (hecha por
Alfonso Herrera Salcedo T.) de la Psicología de masas del fascismo de
Wilhelm Reich. Por esta obra, el maestro de La función del orgasmo tuvo
que huir de Austria y Alemania, y refugiarse en Estados Unidos, donde
cayó en manos de McCarthy y sus sicarios. La clase media, la familia
autoritaria, las empresas privadas y sus capataces y el estado
totalitario se entrecruzan en este ensayo (que publicamos en dos
partes) sobre la gestación del huevo de la serpiente. Otras sierpes
andan reptando en estos primeros años del siglo XXI.
El Führer y la estructura de masas
Si, en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera al historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania, percibiría, sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la prueba de que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la medida en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología del führer". La comprensión limitada de los propagandistas del Nacional Socialismo acerca de los mecanismos que los habían llevado al éxito correspondía, en igual medida, a su escaso entendimiento de las bases históricas del movimiento Nacional Socialista. Esto se observa claramente en el artículo que se publicó en esas fechas escrito por Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo, cuyo título era "Cristianismo y Nacional Socialismo". En él afirmaba: "La razón misma por la que no se puede atacar al Nacional Socialismo mediante argumentos es porque se trata de un movimiento elemental; los argumentos tendrían efectividad sólo si el movimiento hubiese llegado al poder a través de la argumentación."
De acuerdo con esta peculiaridad, los discursos que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban por su habilidad para influir en las emociones de los individuos al interior de las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier argumento relevante. En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas tácticas de la psicología de masas se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".
La apariencia que reviste este último después de la toma del poder, se aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos de Goëring en contra de las organizaciones de las clases medias, el desaire a la "segunda revolución" que esperaban los partisanos, el incumplimiento de las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron la función reaccionaria del fascismo. El siguiente comentario nos muestra cuán poco entendía el mismo Hitler el mecanismo de su éxito:
Esta amplitud de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en combinación con un énfasis constante y consistente, permite la maduración del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro, contemplaremos los tremendos resultados a los que nos conduce tal perseverancia -unos resultados que casi están más allá de nuestro entendimiento.
El Führer y la estructura de masas
Si, en fechas futuras, la historia de los procesos sociales le permitiera al historiador reaccionario especular sobre el pasado de Alemania, percibiría, sin duda, en el éxito de Hitler, entre 1928 y 1933, la prueba de que un gran hombre sólo logra trascender en la historia en la medida en que encienda a las masas a través de "su idea". De hecho, la propaganda del Nacional Socialismo se edificó sobre una "ideología del führer". La comprensión limitada de los propagandistas del Nacional Socialismo acerca de los mecanismos que los habían llevado al éxito correspondía, en igual medida, a su escaso entendimiento de las bases históricas del movimiento Nacional Socialista. Esto se observa claramente en el artículo que se publicó en esas fechas escrito por Wilhelm Stapel, miembro del Nacional Socialismo, cuyo título era "Cristianismo y Nacional Socialismo". En él afirmaba: "La razón misma por la que no se puede atacar al Nacional Socialismo mediante argumentos es porque se trata de un movimiento elemental; los argumentos tendrían efectividad sólo si el movimiento hubiese llegado al poder a través de la argumentación."
De acuerdo con esta peculiaridad, los discursos que se pronunciaban en los mítines del Nacional Socialismo destacaban por su habilidad para influir en las emociones de los individuos al interior de las masas y evitar, en la medida de los posible, cualquier argumento relevante. En varios pasajes de su libro Mein Kampf, Hitler subraya que las verdaderas tácticas de la psicología de masas se abstienen de cualquier argumentación y de enfocar la atención de las masas, en todo momento, en el "gran objetivo final".
La apariencia que reviste este último después de la toma del poder, se aprecia claramente en el fascismo italiano. Los decretos de Goëring en contra de las organizaciones de las clases medias, el desaire a la "segunda revolución" que esperaban los partisanos, el incumplimiento de las medidas socialistas que se habían prometido, etcétera, exhibieron la función reaccionaria del fascismo. El siguiente comentario nos muestra cuán poco entendía el mismo Hitler el mecanismo de su éxito:
Esta amplitud de nuestros designios, de la cual nunca debemos alejarnos, en combinación con un énfasis constante y consistente, permite la maduración del éxito final. Entonces, ante nuestro asombro, contemplaremos los tremendos resultados a los que nos conduce tal perseverancia -unos resultados que casi están más allá de nuestro entendimiento.
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