La lógica industrial no forma parte solamente de los modos de producción
de objetos de consumo, sino que es inherente a todas las instancias
fundamentales del capitalismo contemporáneo. La tecnología en su
conjunto, el sistema de transportes, la escuela o el sistema sanitario,
tal y como se edificaron a lo largo del siglo XX, han adoptado el modo
de producción industrial, basado en el crecimiento exacerbado y sin
fin. Las herramientas que habían de liberar a las personas de la
esclavitud del trabajo, han acabado por ponerlas a su servicio.
La
productividad sin límites genera una oferta continua de nuevos
productos y servicios, que sometidos a la ley de la obsolescencia,
provocan una sensación de escasez y frustración creciente por todo
aquello que todavía no se tiene o no se podrá tener nunca. La autonomía
personal, el trabajo creativo, el saber compartido en los terrenos de
la salud y de la formación para el empleo de las herramientas a nuestro
alcance, se ve anulado progresivamente por una tecnología cada vez más
alejada de las necesidades inmediatas reales y de las posibilidades de
uso de las personas; cada vez más en manos de una élite de
especialistas que deciden por su cuenta los medios y los fines de los
que se ha de dotar la sociedad, reduciendo la participación de las
personas a la de meras usuarias y consumidoras. El resultado es una
sociedad cada vez más jerarquizada y más opresiva. Según Ivan Illich,
una sociedad convivencial sería aquella que permita «a todos sus
miembros la acción más autónoma y más creativa posible, con ayuda de
las herramientas menos controlables por los demás».
Para el
autor de La Convivencialidad, «la superproducción industrial de
un servicio tiene efectos secundarios tan catastróficos y
destructores como la superproducción de un bien», planteamiento
sobre el que basa su teoría de los umbrales. Según ésta, a partir de
un determinado umbral de desarrollo, una institución produce
precisamente lo contrario de lo que, en teoría, es su fin. La medicina,
encargada de paliar las nuevas enfermedades sociales para asegurar el
funcionamiento de la máquina, produce nuevas enfermedades relacionadas
con los tratamientos; mientras que el sistema educativo, encargado de
asegurar la adaptación del hombre a la máquina y a sus necesidades de
consumo, produce mecanicismo e ignorancia. De la misma manera, cuando
la industria automovilística hegemoniza el sistema de transportes,
acaba por dificultar la movilidad.
Ivan Illich escribió este
libro en 1974, anticipándose en su análisis y sus planteamientos a
muchos de los debates, como el del decrecimiento, hoy ineludibles. Ya
en pleno siglo XXI, cuando muchas de las estructuras de funcionamiento y
dominación del capitalismo industrial están inmersas en un colapso de
difícil salida, la propuesta de La Convivencialidad, en la que se
plantea un horizonte de sociedad postindustrial, debe ser, nunca mejor
dicho, una herramienta en manos de aquellos que buscan una
transformación real y profunda.
Ref. 6351
Autor: Illich, Ivan
Idioma: Español
Editorial: Virus (Barcelona)
2011
13x19,50 cm.
198 páginas. Cubiertas en rústica.
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